Hace unos días os informaba que la empresa de autobuses "la Cantábrica" de Comillas cumplía cien años nada mas y nada menos.Hoy os pongo un articulo que aparece en el diario montañés del pasado domingo en el que nos narran atraves de los descendientes del fundador la historia de esos cien años y en el que también podemos ver viejas fotos de los primeros autobuses.
Quizás los mas ancianos de Udías recuerden haber viajado en ellos a Cabezon a Comillas o en aquellas excursiones que de niños hacían con los seminaristas de la Universidad Pontificia de Comillas que a mediados del siglo pasado estaba en pleno auge y que impartían la catequesis a los niños de la comarca.
Los herederos de un sueño centenario
Si en el diccionario tuvieran que ilustrar las palabras 'orgullo' o 'admiración', probablemente saldría la fotografía que aparece en esta página abajo a la izquierda. Ellos son Fidel, Pedro y Federico con sus respectivos hijos, la tercera y cuarta generación de un sueño centenario que ha ido esquivando el devenir de los tiempos a bordo de los autobuses de La Cantábrica. Un día de 1908, el abuelo y bisabuelo de los anteriormente citados, Alejandro González, decidió revolucionar aún más el pueblo de Comillas instalando allí una empresa de transporte de viajeros. Sólo cuatro años antes, el Seminario Pontificio de la villa había sido declarado Universidad Católica por el Papa Pío X -por medio del Decreto 'Praeclaris honoris argumentas'-, así que en poco tiempo aumentó notablemente el número de alumnos que llegaban a Comillas.
En este contexto, Alejandro González decidió crear La Cantábrica con su amigo Marcelino, un hombre que hasta la fecha se había dedicado al transporte de viajeros pero con coches de caballos. En 1908, La Cantábrica tenía tres autobuses, dos de entre 25 y 30 caballos, y el otro, de entre 12 y 15. De eso hace ya cien años y por este motivo, sus herederos han decidido celebrar esta fecha con un acto el próximo 4 de julio, en sus instalaciones de Comillas (calle Arzobispos, 8). El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, asistirá a esta conmemoración a la que, entre otras autoridades, ha confirmado su presencia el vicerrector José Carlos Gómez Sal, que acudirá en representación de la Universidad de Cantabria. Los hermanos Gutiérrez de Quevedo y González -los herederos del fundador de La Cantábrica- llevan preparando esta fiesta desde hace muchos meses y uno de sus objetivos para ese día es que llegue a Comillas un autobús eléctrico desde China y otro desde Lisboa. El siguiente paso podría ser adquirir uno de este tipo, pero eso forma parte de la historia del segundo centenario que La Cantábrica está por vivir.
Esta empresa se creó en 1908, el año en el que el 'Ford T' revolución el mundo del automóvil al convertirse en un «modelos para las masas», como dijo su creador Henry Ford, y es que su producción llegó a ser de más de 15 millones de unidades. En un listado de esa época sobre las líneas españolas en servicio con ómnibus automóviles, La Cantábrica aparece situada en decimoprimera posición. En los últimos años, los herederos de Alejando González han intentado sin suerte ponerse en contacto con los propietarios de las diez compañías anteriores pero la mayoría de las empresas han desaparecido y las dos o tres que quedan ya no pertenecen a las familias que las crearon.
Autobuses de 18 plazas
En aquella época, los autobuses tenían 18 plazas y en la actualidad, los 37 que forman la flota de La Cantábrica tienen 55. En esa misma lista, que aparece publicada en un libro sobre la historia de la fábrica catalana de automóviles Hispano-Suiza, se incluye también a La Carredana, otra empresa cántabra que a partir de 1910 cubrió el trayecto que unía Selaya con Santander y después Selaya con Sarón. Esta compañía se disolvió en 1916 y los autobuses pasaron a pertenecer al colegio de los Escolapios de Villacarriedo.
Pedro Gutiérrez de Quevedo y González explica que su abuelo creó La Cantábrica «antes de que existiera un reglamento sobre el transporte de viajeros e incluso sobre tráfico. En aquella época, los autobuses circulaban por donde podían, ya fuera por la derecha, por la izquierda o por el centro. Los tráficos se hacían conforme a la necesidad. Ahora todo está regulado, desde los cinturones hasta el anclaje de las butacas».
Reparó el 'Pájaro Amarillo'
A lo largo de la historia de La Cantábrica, se han sucedido centenares de anécdotas que sus herederos no quieren que caigan en el olvido. Ejemplo de esas historias para el recuerdo es una tarde de 1929, cuando el avión trasatlántico 'Pájaro Amarillo' tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en la Playa de Oyambre. «Llamaron a mi abuelo para arreglar la avería porque era el mecánico del pueblo y se llevó como ayudante a Braulio, su hermano pequeño, al que apodaban 'Colo' y que todo el mundo conocía porque tenía el camión de las ferias y mercados. Pudieron arreglar el 'Pájaro amarillo' sin problemas y los tripulantes (Sollant, Lefevre y Lotti) quedaron tan agradecidos que durante años, incluso una vez muerto mi abuelo, mandaban felicitaciones de Navidad en agradecimiento al trabajo que realizaron aquella tarde», comenta su nieto Pedro.
Otra de las anécdotas que recuerdan sus nietos y bisnietos es que en tiempos de la Guerra Civil, a La Cantábrica le requisaron dos de los tres autobuses que tenía. «Para que no se llevaran el otro, mi abuelo, Alejandro González, quitó el eje delantero y se escondió con él en el foso del taller. Cuando terminó la guerra sacó de allí el eje, lo colocó y el autobús volvió a arrancar». Pero en aquella época volver a poner el negocio en orden no fue tarea fácil sobre todo a la hora de conseguir neumáticos y otras piezas.
También recuerdan que «en esta época, había tal desconocimiento y temor hacia la gasolina que el Ayuntamiento dictó una orden específica para que los autobuses de La Cantábrica repostaran en la cueva de Portilla, lejos del casco urbano». En la actualidad llenar el depósito de un autobús cuesta unos 500 euros con los que se pueden hacer unos mil kilómetros.
«Cuando murió mi abuelo y el hijo que le ayudaba en el negocio -Alejandro González Cobo-, la administración de la empresa pasó a manos de mi abuela Amalia Cobo Barquereña porque sus otros dos hijos eran todavía muy jóvenes. Cuando crecieron, Juan José y luego Eduardo 'Gulli', se hicieron cargo de las riendas de La Cantábrica, pero finalmente fue mi madre, Amparo González Cobo quien sacó adelante el negocio», recuerda Pedro que a principios de los años setenta cogió el testigo a su madre junto a sus hermanos Fidel y Federico ('Quico').
Del Ejército americano
«En 1947, La Cantábrica consiguió un autobús que, según marcaba el número de chasis y la documentación del vehículo, procedía del Ejército americano de la Segunda Guerra Mundial», recuerda Pedro. En esa época la flota de La Cantábrica volvía a tener tres autobuses: un Citroën Pato, un Hispano Suiza y un GMC.
«Fuimos los primeros en tener la primera concesión en hacer la ruta entre Comillas y Cabezón. Después empezamos con Comillas-Torrelavega, luego con Comillas-Santander y desde hace unos veinte años llegamos a San Vicente de la Barquera. Desde el principio, La Cantábrica también realizaba viajes discrecionales a Covadonga, o a Limpias cuando el Cristo lloraba y decenas de fieles querían desplazarse hasta allí», recuerda uno de los hermanos Gutiérrez de Quevedo y González. En un principio, el autobús que partía de Santander salía de la Plaza de las Atarazanas, frente a la Catedral, y para llegar a Comillas hacía una parada en Novales, donde el conductor se tomaba un café y se fumaba un puro. El viaje duraba cerca de dos horas y media. Después del incendio de 1941, la parada de Santander se trasladó a Emilio Pino.
Esperaban en la carretera
Otra de las anécdotas que los nietos de Alejandro González nunca olvidarán fueron las palabras de un hombre en Asturias. «Hace cerca de treinta años tuvimos un percance en un túnel de Cangas de Onís y me dirigí allí para echar una mano. Un señor mayor que estaba por la zona me preguntó que si esos autobuses de La Cantábrica tenían algo que ver con los que él de niño veía pasar hacia Covadonga. Cuando le dije que no sólo era la misma empresa, sino que éramos los herederos de Alejandro González, el hombre se echó a llorar y me dijo que aquello le traía gratos recuerdos. Me contó que cuando era niño y veían pasar el autobús dirección a Covadonga, se quedaban todo el día esperando en la carretera para volverle a ver a su regreso a Comillas», comenta Pedro emocionado recordando a aquel paisano.
Y es que a lo largo de cien años, los vecinos de muchos pueblos de la región han visto pasar a diario autobuses de La Cantábrica por delante de sus casas. Los actuales herederos de Alejandro González cogieron el testigo de la empresa en 1972. Desde entonces, Fidel, Pedro y Federico Gutiérrez de Quevedo y González se han coordinado para hacer que esta empresa familiar cumpla cien años y continúe siendo una referencia para los viajeros de Cantabria. Pedro atiende la parte de Santander, Fidel se encarga de coordinar Comillas y Federico ('Quico'), de la zona de Torrelavega. Y ahora un hijo de cada uno también trabaja en esta empresa.
Llegar a cumplir cien años trabajando en familia se ha convertido para los Gutiérrez de Quevedo y González en algo tan natural como necesario. Han formado tal piña que juntos consiguen que los recuerdos no pierdan nitidez y que los autobuses de La Cantábrica se hayan convertido en parte del paisaje de Cantabria
Si en el diccionario tuvieran que ilustrar las palabras 'orgullo' o 'admiración', probablemente saldría la fotografía que aparece en esta página abajo a la izquierda. Ellos son Fidel, Pedro y Federico con sus respectivos hijos, la tercera y cuarta generación de un sueño centenario que ha ido esquivando el devenir de los tiempos a bordo de los autobuses de La Cantábrica. Un día de 1908, el abuelo y bisabuelo de los anteriormente citados, Alejandro González, decidió revolucionar aún más el pueblo de Comillas instalando allí una empresa de transporte de viajeros. Sólo cuatro años antes, el Seminario Pontificio de la villa había sido declarado Universidad Católica por el Papa Pío X -por medio del Decreto 'Praeclaris honoris argumentas'-, así que en poco tiempo aumentó notablemente el número de alumnos que llegaban a Comillas.
En este contexto, Alejandro González decidió crear La Cantábrica con su amigo Marcelino, un hombre que hasta la fecha se había dedicado al transporte de viajeros pero con coches de caballos. En 1908, La Cantábrica tenía tres autobuses, dos de entre 25 y 30 caballos, y el otro, de entre 12 y 15. De eso hace ya cien años y por este motivo, sus herederos han decidido celebrar esta fecha con un acto el próximo 4 de julio, en sus instalaciones de Comillas (calle Arzobispos, 8). El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, asistirá a esta conmemoración a la que, entre otras autoridades, ha confirmado su presencia el vicerrector José Carlos Gómez Sal, que acudirá en representación de la Universidad de Cantabria. Los hermanos Gutiérrez de Quevedo y González -los herederos del fundador de La Cantábrica- llevan preparando esta fiesta desde hace muchos meses y uno de sus objetivos para ese día es que llegue a Comillas un autobús eléctrico desde China y otro desde Lisboa. El siguiente paso podría ser adquirir uno de este tipo, pero eso forma parte de la historia del segundo centenario que La Cantábrica está por vivir.
Esta empresa se creó en 1908, el año en el que el 'Ford T' revolución el mundo del automóvil al convertirse en un «modelos para las masas», como dijo su creador Henry Ford, y es que su producción llegó a ser de más de 15 millones de unidades. En un listado de esa época sobre las líneas españolas en servicio con ómnibus automóviles, La Cantábrica aparece situada en decimoprimera posición. En los últimos años, los herederos de Alejando González han intentado sin suerte ponerse en contacto con los propietarios de las diez compañías anteriores pero la mayoría de las empresas han desaparecido y las dos o tres que quedan ya no pertenecen a las familias que las crearon.
Autobuses de 18 plazas
En aquella época, los autobuses tenían 18 plazas y en la actualidad, los 37 que forman la flota de La Cantábrica tienen 55. En esa misma lista, que aparece publicada en un libro sobre la historia de la fábrica catalana de automóviles Hispano-Suiza, se incluye también a La Carredana, otra empresa cántabra que a partir de 1910 cubrió el trayecto que unía Selaya con Santander y después Selaya con Sarón. Esta compañía se disolvió en 1916 y los autobuses pasaron a pertenecer al colegio de los Escolapios de Villacarriedo.
Pedro Gutiérrez de Quevedo y González explica que su abuelo creó La Cantábrica «antes de que existiera un reglamento sobre el transporte de viajeros e incluso sobre tráfico. En aquella época, los autobuses circulaban por donde podían, ya fuera por la derecha, por la izquierda o por el centro. Los tráficos se hacían conforme a la necesidad. Ahora todo está regulado, desde los cinturones hasta el anclaje de las butacas».
Reparó el 'Pájaro Amarillo'
A lo largo de la historia de La Cantábrica, se han sucedido centenares de anécdotas que sus herederos no quieren que caigan en el olvido. Ejemplo de esas historias para el recuerdo es una tarde de 1929, cuando el avión trasatlántico 'Pájaro Amarillo' tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en la Playa de Oyambre. «Llamaron a mi abuelo para arreglar la avería porque era el mecánico del pueblo y se llevó como ayudante a Braulio, su hermano pequeño, al que apodaban 'Colo' y que todo el mundo conocía porque tenía el camión de las ferias y mercados. Pudieron arreglar el 'Pájaro amarillo' sin problemas y los tripulantes (Sollant, Lefevre y Lotti) quedaron tan agradecidos que durante años, incluso una vez muerto mi abuelo, mandaban felicitaciones de Navidad en agradecimiento al trabajo que realizaron aquella tarde», comenta su nieto Pedro.
Otra de las anécdotas que recuerdan sus nietos y bisnietos es que en tiempos de la Guerra Civil, a La Cantábrica le requisaron dos de los tres autobuses que tenía. «Para que no se llevaran el otro, mi abuelo, Alejandro González, quitó el eje delantero y se escondió con él en el foso del taller. Cuando terminó la guerra sacó de allí el eje, lo colocó y el autobús volvió a arrancar». Pero en aquella época volver a poner el negocio en orden no fue tarea fácil sobre todo a la hora de conseguir neumáticos y otras piezas.
También recuerdan que «en esta época, había tal desconocimiento y temor hacia la gasolina que el Ayuntamiento dictó una orden específica para que los autobuses de La Cantábrica repostaran en la cueva de Portilla, lejos del casco urbano». En la actualidad llenar el depósito de un autobús cuesta unos 500 euros con los que se pueden hacer unos mil kilómetros.
«Cuando murió mi abuelo y el hijo que le ayudaba en el negocio -Alejandro González Cobo-, la administración de la empresa pasó a manos de mi abuela Amalia Cobo Barquereña porque sus otros dos hijos eran todavía muy jóvenes. Cuando crecieron, Juan José y luego Eduardo 'Gulli', se hicieron cargo de las riendas de La Cantábrica, pero finalmente fue mi madre, Amparo González Cobo quien sacó adelante el negocio», recuerda Pedro que a principios de los años setenta cogió el testigo a su madre junto a sus hermanos Fidel y Federico ('Quico').
Del Ejército americano
«En 1947, La Cantábrica consiguió un autobús que, según marcaba el número de chasis y la documentación del vehículo, procedía del Ejército americano de la Segunda Guerra Mundial», recuerda Pedro. En esa época la flota de La Cantábrica volvía a tener tres autobuses: un Citroën Pato, un Hispano Suiza y un GMC.
«Fuimos los primeros en tener la primera concesión en hacer la ruta entre Comillas y Cabezón. Después empezamos con Comillas-Torrelavega, luego con Comillas-Santander y desde hace unos veinte años llegamos a San Vicente de la Barquera. Desde el principio, La Cantábrica también realizaba viajes discrecionales a Covadonga, o a Limpias cuando el Cristo lloraba y decenas de fieles querían desplazarse hasta allí», recuerda uno de los hermanos Gutiérrez de Quevedo y González. En un principio, el autobús que partía de Santander salía de la Plaza de las Atarazanas, frente a la Catedral, y para llegar a Comillas hacía una parada en Novales, donde el conductor se tomaba un café y se fumaba un puro. El viaje duraba cerca de dos horas y media. Después del incendio de 1941, la parada de Santander se trasladó a Emilio Pino.
Esperaban en la carretera
Otra de las anécdotas que los nietos de Alejandro González nunca olvidarán fueron las palabras de un hombre en Asturias. «Hace cerca de treinta años tuvimos un percance en un túnel de Cangas de Onís y me dirigí allí para echar una mano. Un señor mayor que estaba por la zona me preguntó que si esos autobuses de La Cantábrica tenían algo que ver con los que él de niño veía pasar hacia Covadonga. Cuando le dije que no sólo era la misma empresa, sino que éramos los herederos de Alejandro González, el hombre se echó a llorar y me dijo que aquello le traía gratos recuerdos. Me contó que cuando era niño y veían pasar el autobús dirección a Covadonga, se quedaban todo el día esperando en la carretera para volverle a ver a su regreso a Comillas», comenta Pedro emocionado recordando a aquel paisano.
Y es que a lo largo de cien años, los vecinos de muchos pueblos de la región han visto pasar a diario autobuses de La Cantábrica por delante de sus casas. Los actuales herederos de Alejandro González cogieron el testigo de la empresa en 1972. Desde entonces, Fidel, Pedro y Federico Gutiérrez de Quevedo y González se han coordinado para hacer que esta empresa familiar cumpla cien años y continúe siendo una referencia para los viajeros de Cantabria. Pedro atiende la parte de Santander, Fidel se encarga de coordinar Comillas y Federico ('Quico'), de la zona de Torrelavega. Y ahora un hijo de cada uno también trabaja en esta empresa.
Llegar a cumplir cien años trabajando en familia se ha convertido para los Gutiérrez de Quevedo y González en algo tan natural como necesario. Han formado tal piña que juntos consiguen que los recuerdos no pierdan nitidez y que los autobuses de La Cantábrica se hayan convertido en parte del paisaje de Cantabria
1 comentario:
Felicidades a la Cantábrica por estos cien años de historia. Pero yo también quiero resaltar la figura de Peporro o Pepón como le conocíamos por esta zona, conductor del autobús la persona mas chicharachera y buena;el si que tiene que tener anécdotas
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